Cada vez que Hernán Casciari enviaba una columna incorrecta al periódico La Nación, sonaba su teléfono en Barcelona:
—Hola Hernán, disculpe la hora. ¿Qué quiere decir, exactamente, en el párrafo sobre el Papa?
—¿En qué parte? —preguntaba el autor.
—Donde pone que al Papa le gusta que le metan una lámpara de pie en el ojete. ¿Está contrastado eso?
—Pero no es una información, es un chiste. Si querés sacar ojete y poner ano, por mí todo bien.
—Nos preocupa más la expresión lámpara de pie. Nuestros lectores son muy sensibles, no están habituados a esas referencias lumínicas sobre la Iglesia.
Entonces Casciari empezaba a desechar chistes hasta que quedaba una columna más correcta. Menos suya, pero más cercana al lector promedio de La Nación.