He aquí la única novela de Nora Ephron, una de las más agudas y brillantes periodistas neoyorquinas: un libro muy divertido, a veces agridulce, escrito con un humor que se ha comparado con el de Woody Allen, Philip Roth y Erica Jong. Trata del naufragio de un matrimonio aparentemente feliz, y a la vez es una colorida crónica de costumbres de una cierta intelligentsia que vivió los trepidantes años sesenta y la guerra de Vietnam y que ahora está en su segundo o tercer matrimonio –una tribu a la que la narradora pertenece, conoce, ama y ridiculiza.
Se acabó el pastel fue un resonante bestseller en Estados Unidos, donde fue considerado un roman à clef sobre la relación de Ephron con Carl Bernstein, el famoso reportero que investigó el caso Watergate.
La narradora, Rachel Samstat, judía neoyorquina, hija de un actor secundario y de una agente de actores (que se especializaba en enanos y en rostros con cicatrices), es una escritora de libros de cocina con más ingenio que recetas, que vive en Washington y está casada con Mark, un afamado periodista político. Es feliz, tiene un hijo y está embarazada de siete meses cuando descubre que su marido está enamorado de Thelma, la esposa de un diplomático. Al parecer, todos, incluido el marido de Thelma, sabían lo que estaba sucediendo a espaldas de Rachel.
Con esta obra, publicada originalmente en 1983 y adaptada al cine en 1986, Ephron demostró que su sagaz y cáustico talento también brillaba al servicio de la literatura. Pionera y maestra de las generaciones posteriores, las incitó desde varias disciplinas a no dejarse vencer ni por la rigidez de las convenciones sociales ni por los hombres sin escrúpulos: pese a las adversidades, la vida continúa.