Osvaldo Bayer ha escrito que “a través de la palabra es posible desnudar la banalidad de lo perverso, la pornografía de las armas y la obscenidad del privilegio”. Y esa misma palabra encarna, ahora, una historia bella, trágica, terrible, que fascina y atormenta. En esta novela, el autor asume la voz de un cronista. Testimonial, directa, desgarradora, sin adornos, con el material de las confesiones de los protagonistas e informes de los allegados, Rainer y Minou narra la imposibilidad del amor cuando la historia familiar ha dejado secuelas de odio. Es el año 1977. Rainer Sturm, 45 años, y Minou Seefeige, judía de 28, se conocen cuando ella viaja de la Argentina a Alemania por una beca. Él es un funcionario del gobierno alemán y ella quiere filmar la vida de una judía que regresa a la tierra de sus padres para rastrear su origen y el de sus antepasados. El conflicto se plantea cuando él debe auspiciar el film siendo el hijo del famoso “perro sanguinario”, un alto jefe del Führer y exterminador de judíos en las cámaras de gas. El amor entre ellos no disipa ni los miedos heredados de Minou ni las obsesiones y la vergüenza de Rainer por ser el hijo de un asesino. Se aman. Se odian. Se necesitan para salvarse, para expresarse, para purgar las culpas históricas. Víctima y victimario, juntos y en plena lucha de conciencias. Los personajes de Bayer dan otra vuelta de tuerca a los de Romeo y Julieta: aquí la guerra y las infamias de los nazis impiden toda reconciliación en las generaciones posteriores y exhiben, como en un espejo perverso, la repetición de esos crímenes durante la cruel dictadura militar argentina. Un Bayer con la misma fuerza y compromiso de siempre y un lirismo desbordante.