Exploradores y conquistadores europeos en el lugar donde se acababa el mundo
¿Qué sucedió en algún momento del siglo XVI para que el Río de Solís o el Mar Dulce, ese lugar aciago y marginal marcado por la canibalización de su descubridor, se transformara en el mucho más atractivo Río de la Plata y empezara a existir como tal, con características específicas e incluso promisorias para la Corona española? María Juliana Gandini vuelve sobre los vívidos relatos de conquistadores, exploradores y expedicionarios para contar, desde una perspectiva novedosa, esas décadas intensas y difíciles de la primera conquista. Atenta a la marea de relaciones, mapas, historias, cosmografías, informes y testimonios redactados en primera persona por los testigos europeos que llegaban a estas costas, la autora muestra hasta qué punto las representaciones que construyeron sobre el territorio y sobre las sociedades nativas fueron una pieza central para sobrevivir pero sobre todo para proyectar y sostener la conquista. Y explica que esos textos e imágenes eran en realidad productos mestizos, resultado de los esquemas perceptivos propios de sus tradiciones culturales, de la interacción dinámica con los pueblos nativos y del esfuerzo por traducir lo nuevo. Así, explora cómo la presunción de cuantiosas riquezas metalíferas empezó a circular como un rumor en intercambios entre los guaraníes y tupíes con los portugueses, hasta llegar a los españoles, y cómo esa información, que nunca pudo corroborarse en los hechos, fue creída y validada durante años por el aparato judicial español. Sin negar que la conquista efectiva fue un proceso violento y descarnado que doblegó a las sociedades nativas, María Juliana Gandini pone el foco en un aspecto mucho menos estudiado: la pasión de los viajeros españoles por escribir el Río de la Plata a partir de sus contactos con los grupos locales. Es así como logra develar con maestría que, desde las orillas del Mar Dulce, nativos e invasores construyeron otro capítulo de la modernidad.