Después de mucho tiempo, tras haber irrigado la literatura, la vanguardia del espectáculo, la fotografía y otros meandros de la industria cultural, el porno tuvo el rol de sorprender el escenario, de fustigar la moral pública instituida y de criticar el buen gusto en nombre del placer y del cuerpo. Sin embargo, el reino del porno-erotismo ha conuido en la cultura pop, al punto de constituirse como uno de sus pilares. ¿Cuál ha sido el resultado? Una suerte de pornicación de lo cotidiano, visible no solamente en línea, sino también en los accesorios de las revistas y mercados, en el diseño y el lenguaje comunes y corrientes. Una edulcoración del porno a gran escala. Esta saturación de la pornografía tradicional, la proliferación de los fetichismos visuales, que atraviesan las fronteras rígidas del gender para verterse en un escenario eróticotrans- gender, la omnipresencia de la seducción, el impulso vertiginoso de los deseos, el consumo y la consumación del cuerpo hacen que su carne sea medio y mensaje. En nuestra época, el cuerpo se hace verbo y el sexo está en todos y en ningún lado.