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Descripción

Son nuestros genes los que dictan que tengamos cierto color de pelo, condiciones para la música o el básquet, predisposición a enfermarnos de algunas cosas. Pero no sólo de genes se hace el hombre (ni la mujer), y el que logremos ser personas autónomas, capaces de concebir y construir proyectos de vida, depende de mucho más. El afecto, el pan, el estímulo intelectual y hasta las vacaciones (o sea, el ambiente en que nos criamos) son desde muy temprano fundamentales para el crecimiento de ese sistema nervioso que nos hará ser quienes somos. Pobre del cerebro cuando faltan, aunque hoy sabemos que hay mucho que puede hacerse. Este libro describe las bases neurobiológicas del desarrollo humano y cómo las condiciones ambientales inciden en el crecimiento y las oportunidades en cada momento del ciclo vital, incluso antes del nacimiento. Con palabras sencillas que reúnen años de investigación, explica que nuestro cerebro, desde su formación, es sensible al estrés, al maltrato, a la carencia física y afectiva, a la desnutrición. Pero no se detiene en un diagnóstico funesto: con pruebas de primera mano, argumenta que al conocer los destructivos mecanismos de la privación en la infancia podemos contener y contrarrestar sus efectos. La ciencia no puede eludir esa tarea. Por eso, Sebastián Lipina reseña, de modo accesible para cualquier lector, diferentes iniciativas y programas sistemáticos y sus sorprendentes logros. Con las herramientas de la neurociencia, de la sociología y de la ética, el autor nos abre los ojos a las facetas menos conocidas de la desigualdad, y propone una suerte de “agenda neurocientífica de la pobreza” que nos permita actuar para mejorar la vida de las personas y, sobre todo, para que vivamos en un mundo más justo.