El protagonista amó a una chica que estaba en una: Romina, una bomba que latía, acelerada por el mundo. Él vive en Quilmes, trabaja con su tío en el reparto de golosinas, estudia Historia y escribe poemas. Ella, inspirada en la anarquista Soledad Rosas y harta de todo, preparaba algo. Las cosas, como en tantos amores jóvenes, se terminaron mientras estaban empezando, y ahora Romina salió en los diarios: puso una bomba, le explotó encima, perdió tres dedos y está presa por atentar contra el monumento de Ramón Falcón. Walter Lezcano escribió una novela grácil, con la tenue luminosidad de los amores principiantes pero con fervor conurbano, como un extraño en un bar que dos birras después ya es tu amigo y te cuenta lo que le pasó, evocando a Romina como quien amó y perdió y habla para salvar algo del fuego, mientras afuera amanece. Chico conoce chica, sí, pero con un toque: la chica tiene una bomba.