Este es un canto de adoración al príncipe de las tinieblas, glorioso tirano cuyo susurro tenebroso aconseja y da forma a los movimientos secretos de nuestra Historia. Una oda y una defensa en contra de la vil propaganda de las iglesias y los moralistas.
Es cierto: hay una disputa entre lo eterno y el tiempo, entre la fría luz enceguecedora de la pureza y la cálida penumbra del infierno. Pero en esta lucha irresoluble por la mente humana, nuestro verdadero aliado es el Diablo y nuestra mejor arma es el pecado: la lujuria es afirmación de la vida; la gula, el deseo de una mejor calidad de vida; la ira, la resistencia frente a las limitaciones; la envidia, la lucha por la justicia y la libertad; la avaricia, el instinto de conservación; la soberbia, una consciencia orgullosa de sí misma; y la tristeza, el estado más delicado de la meditación filosófica.
De esta manera, Vilém Flusser nos enseña en este revelador ensayo que los mayores logros de nuestras mejores instituciones −las ciencias, las artes y la filosofía− nacen de nuestra flaqueza, y no de nuestra pureza. Y es que, como se dice de su Adversario, si el Diablo no existiera, sería necesario inventarlo.