En 1978 los dirigentes del grupo armado Montoneros, ya en el exilio, decidieron una jugada osada: regresar a la Argentina para emprender una Contraofensiva contra el gobierno de facto. La mayor parte de los jóvenes militantes que participaron del primer contingente de 1979 y del segundo de 1980, eran también padres de niños pequeños.
Llevarlos con ellos o con familiares en la Argentina no era una opción: ya se sabía que los militares estaban apropiándose de los hijos de los montoneros caídos.
La solución fue armar un refugio secreto donde los chicos quedaran protegidos al cuidado de compañeros. El lugar elegido fue Cuba, donde ya estaba instalada la Comandancia de Montoneros gracias a los buenos vínculos con Fidel Castro. Vivieron allí casi medio centenar de niños. Algunos padres lograron sobrevivir y volvieron a buscarlos. Otros no volvieron jamás de la operación fallida de la Contraofensiva.
Hoy, más de treinta años después, Analía Argento reconstruye, en base a los testimonios y fotografías de chicos y adultos que pasaron por alguna de las casas que funcionaron como sede de la guardería, la vida en la isla en esos años de inocencia y peligro.