Los poemas y relatos que componen esta fauna nos invitan a crecer como cardos entre las calles de la alta Buenos Aires y a recorrerlas sobre caballitos que sueñan con fores. Lo performático de las experiencias narradas en la tensión de estar siempre en el vértice se contagia como un hongo en su lectura, y hace de una percepción individual un mundo disruptivo. En sus páginas nacen monstruos burocráticos e intelectuales, hadas travestis, héroes al margen, y esperanzas ingenuas que renuncian a su explicación flantrópica por haber sido posibles. Los versos se multiplican en interrogantes metafísicos que son cuna para todo un escenario repleto de personajes de una fauna que, pretendiendo no morir de amor, lucharán sin cuartel para que el amor no muera.