Qué hacer cuando la injusticia social se sufre como un problema individual
Hasta la década de 1980, las desigualdades se pensaban y se sufrían como desigualdades de clase. Los partidos de izquierda y los sindicatos conducían las luchas obreras buscando acortar la distancia entre las posiciones sociales, en pos de un ideal compartido de justicia. Con el declive del mundo industrial, el régimen de las desigualdades mutó irreversiblemente. No es que no sigan existiendo las fábricas, los conflictos laborales, la explotación y las brechas entre los muy ricos y los muy pobres. Pero las clases sociales pierden consistencia y ya no definen las identidades. Estamos ingresando en un nuevo régimen que todavía no ha encontrado una forma política que lo exprese ni una teoría que lo explique. En este libro inspirado y fundamental, François Dubet apuesta a describir, más que el mundo que está muriendo, el mundo incierto que se avecina. Para eso, no pone el foco en el abismo entre el 1% y todo el resto, sino en las desigualdades moderadas que atraviesan la vida cotidiana cuando nos comparamos con quienes tenemos más cerca. En esa situación, cada uno se siente herido y desigual en calidad de algo: porque es inmigrante, joven, precarizado, excluido, beneficiario o no de asistencia social, mujer, viejo, titular o no de un título educativo útil; por el lugar donde vive, el acceso a seguridad o cobertura de salud, el nivel de ingresos y consumo, la pertenencia a una minoría sexual o disidencia. Hoy, las desigualdades se sufren como discriminaciones individuales y se tramitan con culpa, con resentimiento, con esfuerzos por estar a la altura, con antidepresivos. Todos creemos ser víctimas de un trato injusto, todos estamos más expuestos, más frágiles, más agobiados. Y a la vez, en un mundo que tanto a derecha como a izquierda ha adoptado acríticamente el ideal de la igualdad de oportunidades meritocrática, nos sentimos responsables de nuestro propio fracaso. ¿Cómo transformar las cóleras e indignaciones solitarias, dispersas, en movimientos políticos y sociales? ¿Cómo generar un sentido de cohesión y solidaridad colectiva? ¿Cómo pasar del yo al nosotros? En la mejor tradición sociológica, esta obra es un aporte magistral para superar la melancolía y pensar sobre qué bases reconstruir una oferta política y un marco para la vida en común.