Un desperfecto mecánico en una ruta desierta, un pueblo en el que la búsqueda de auxilio es el primer paso de un camino sin retorno. Álvaro viaja con una cámara cinematográfica y con Alicia. Cuando su mujer desaparece sin dejar rastros y su sentido común empieza a ser cuestionado, sólo esa cámara –con la que registra compulsivamente su inesperada aventura- le devolverá algo de la racionalidad perdida. Un ojo de la memoria inmediata, de sucesos que, por recientes, sólo pueden ser aprehendidos en la lenta devolución de las imágenes.
La historia que Gustavo Abrevaya nos cuenta en esta novela parece rescatada por un buzo en las profundidades de un mar seco, resquebrajado como la tierra en el desierto. El autor nos interna en los secretos de una comunidad que con maestría narrativa desencadena en el lector una percepción creciente de lo monstruoso, el ruido sordo de unos pasos en la oscuridad, la ceguera de un espejo al que tememos acercarnos. Con pulso firme y una prosa sutil, contenida siempre al borde del alarido, Abrevaya nos prepara para el temido, formidable desenlace. Héctor Tizón, Liliana Heker y Pablo De Santis eligieron esta novela para otorgarle, en 2003, el Premio “José Boris Spivacow”.